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Mostrando entradas de 2018
Y el día que se escapa se escurre entre mis dedos grita fuerte y el silencio rompe una vez más el control el caos y trepa y se enreda y aprieta.

Cadenas

Caímos en creer que su ruido es música, es voz, es alegría: su arma en nuestras manos, mentes, dedos, voces, ojos. Caímos en creer que ganábamos. Caímos y, ahora, solos sólo somos armas cargadas con manos vacías. Solos sólo vemos con sus ojos. Creímos no poder caer, y vencidos, ya sólo nos queda nacer.

Blanco.

Blanco. Las paredes me gritan, me irritan, me invitan, me incitan a ese lado de la nada donde todo se hace caos, donde la lluvia evita al viento fuerte y como balas estalla en los cristales adaptados al calor. Crujen unos pezados del pasado en una mano con miedo a dejarlos caer, dejarse perder, no entender Senderos en la ventana Gotas conectan balas conectan nadas conectan cuentan la distancia entre la nube y el suelo, el fuego el tiempo efímero fútil          argumento de la vida batalla perdida, la nube se aleja, se acabó el momento.

Qué queda de ti

Qué queda de ti, juventud esquiva. Ni siquiera te atreviste a llegar. Cien inviernos caen sobre esta mi piel, Cien inviernos rasgan, rompen, deshilan, Cien inviernos pesan, aquí, en la misma Cáscara que apenas cuarto de siglo Alcanza a contar. Apenas el manto Que cubre de flores la tierra alumbra Y su luz ya quema en esta alejada Esquina donde el aire arrastra aullidos Y clamores de un tiempo ya perdido. Alejandra, tu soledad y miedo, Los mismos que alimento, ya han venido, Han venido a incendiar la edad del sueño. Alejandra, ahora, ahora que han venido, ¿qué haré? ¿Qué haré con el miedo?

Traída a la vida

Traída a la vida herida de muerte a la tierra yerma de la infancia volver. Una salvaje estela roja se extiende bajo un mar de ondas doradas con árido cuerpo y hermética mente donde el tiempo pasado sigue latente. Inerte afán de encontrar algún día lo que estos ojos creyeron amar, mas sobre el desierto las sombras  bailan, se contorsionan y alejan la realidad y el paso del tiempo todo lo impregna,  lo arrastras y tira, tiende hacia atrás en este lugar de vivos sin vida, tierra caliente que no sabe amar.  

Quijotesca

Quijotesca, si de místico manto Se cubren aquellos alrededores, lo que en tu cabeza aviva no es más que el reino invisible de desarraigados. Otea la tierra, magma viva, En el lecho seres se mueven, comen, Beben de los cuerpos erguidos donde ágiles flechas buscan cazar fruto y con liviano peso, huír a un rincón y repetir la misma melodía. Mientras tanto, en lo más alto del reino Mil esquirlas luchan por desasirse de cadenas, heladas formas lloran Mientras gráciles contorn0s buscando Algún cobijo exhiben clara esfinge. Avante, mi Quijote, Tu sed de aire y de dudas, Tu fina capa y lábil armadura No serán aquí bien recibidas.

La puerta

Una vez más, ahí está ella y aquí estoy yo. La observo desde una distancia no demasiado segura, sentada sobre la cama y con el cuaderno sobre las piernas mientras escribo estas palabras. Daría igual que me levantase, despejase todo lo que hay en la silla a mi izquierda, acercase ésta al escritorio y escribiese desde allí. También daría igual si me cambiase de habitación, es más, daría igual que me cambiase incluso de piso. Da igual cuántos kilómetros y cuántas horas ponga ent re ella y yo, da igual cuántas excusas encuentre y da igual si son o no ciertas: la puerta seguirá ahí. Todos los caminos que pueda tomar me llevan siempre a ella, por mucho que se alejen, por muy intrincados que sean y por distinto que sea el ánimo que me haga compañía durante el trayecto —siempre van a parar a ella. No es una puerta especialmente llamativa, aunque por algún motivo las bisagras están algo vencidas y eso provoca que la puerta no pueda cerrarse del todo. A pesar de eso sigue siendo im...